
No puedo dejar de recordar cuando observo el skyline de ciudades como Barcelona, todo lo que deberíamos haber aprendido de un gran maestro como fue el genial arquitecto de Riudoms… Ni antes ni después del movimiento modernista, se atrevió nadie a tanto e incluso hoy los pocos que tienen una fuente de inspiración parecida, son la excepción que confirma la regla. Los ángulos duros parecen llevar la batuta en el diseño general, los materiales sintéticos y las texturas high-tech revelan ser la piel de los nuevos edificios, dejando en esa frialdad y dura geometría la esencia de las nuevas ciudades… ¿Acaso su genial lección cayó en saco roto después de tantos elogios y reconocimientos universales?
No sé, constato personalmente que después de escepticismos iniciales ante la aportación de estos arquitectos “orgánicos” por cuestiones de localización, o incluso de protagonismo excesivo, me rindo ante la evidencia de que el legado de una arquitectura más benevolente y harmónica con el entorno natural es recogido por muy pocos artistas. Sin duda el argumento principal en contra, será el coste de una tecnología ad-hoc o las coyunturas adversas que hacen tambalear al sistema financiero e inmobiliario, pero rotundamente me niego a considerar mía una arquitectura de corte hostil y perfil tan duro. Por lo menos, respetemos un poco más el patrimonio industrial y embellezcámoslo con vegetación autóctona. No es tan malo restaurar y construir emulando épocas pretéritas, en deuda con un patrimonio nuestro tan notable.
Hagamos edificios que sonrían!!!
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